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miércoles, 17 de marzo de 2010

Notas al programa

El programa que vamos a escuchar esta tarde recoge, como ya viene siendo habitual en los últimos años, una selección de las piezas escritas por mujeres que nos parecen más interesantes o atractivas, no sólo desde un punto de vista musicológico, expositivo o reivindicativo, sino muy especialmente por sus propias cualidades artísticas.

El rango histórico que abarcan estas composiciones es menor que en otros años: nos hemos centrado, quizá inevitablemente -en razón de su cantidad y calidad-, en la música de los siglos XIX y XX. Sin embargo, la sensación de variedad estilística es quizá más amplia que en los encuentros anteriores. Esto procede en parte de los múltiples motivos de inspiración de estas mujeres, que contrastan entre sí: si bien existe un concepto de la naturaleza como algo amable, representada en los luminosos pájaros que cantan en la obra de Ina Bottelier, nuestra compañera Belén Ordóñez se ha sentido conmovida también por su despiadada, aterradora fuerza. También se atiende a la danza que, a través de la talentosa pianista francesa Cécile Chéminade, suena tan refinada e irresistible como el propio personaje de Pierrette; la coqueta Colombina de la Comedia del Arte. En cambio, la idea de baile en la Polca de Elisabeth Raum (conocida oboísta y prolífica autora contemporánea) elude las implicaciones cultas del ballet y es deudora de la música popular.

Un universo sonoro forjado en poco más de cien años separa la concepción del piano de Cécile Chéminade de la de Sofía Gubaidulina; una de las artistas musicales más importantes de la actualidad. Lo que para Chéminade es furia sonora; un desafío técnico que incluye abarcar grandes espacios y asumir retos -según podemos escuchar en la difícil Toccatta en do mayor-, para Gubaidulina se transforma en un juego, no por ello menos ambicioso o interesante. Nuestro compañero Héctor Sánchez ha seleccionado tres evocaciones, breves y evanescentes, cuya impresión vívida se basa también en esta fugacidad.

Conceptualmente hablando, es cierto que el Trío para piano y cuerdas de Clara Wieck y el de Louise Farrenc no suponen un verdadero contraste. Sin embargo, y a pesar del aprecio que el marido de la compositora alemana (Robert Schumann) expresó hacia las obras de Louise a través de su faceta como crítico musical, hay ciertas diferencias en la escritura de estas dos pianistas, que en su momento fueron consideradas entre las más célebres de Europa. El trío en sol menor de Clara es una de sus creaciones más conocidas y debe su fama a una emocionante evolución melódica, basada en una estructura amplia y compleja, de cuatro movimientos. En el allegro inicial; un tema nostálgico, de apariencia sencilla y confiado al violín, vive una fuerte transformación lírica y dramática, hasta que culmina en la apasionada coda final. La escritura es muy rica en términos polifónicos y, como en el Scherzo de Louise Farrenc, se confía al piano un importante papel constructivo. De la citada obra de Farrenc cabe señalar que contrasta el humor característico del scherzo con el claroscuro que le confiere la tonalidad menor.

Por último, resaltaremos el juego jazzístico tan característico de la música de Pamela Wegwood, tan sonriente como efectiva; y la vitalidad radiante del trío de Madeleine Dring. La invocación de ambas a la alegría de vivir quizá haga más dura la reflexión que Belén Ordóñez ha querido compartir con nosotros con motivo de la profunda conmoción que han supuesto para ella el terremoto haitiano y sus consecuencias.

Notas al programa © Elisa Rapado

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