Es bonito formar parte de un proyecto teniendo la sensación de que no se es el único ingenuo que se deja conmover por una representación de algo hermoso, de algo significativo. Porque Música para Todos escenifica una idea profunda de forma muy sencilla.
Sí, también es un proyecto didáctico musical, y un regalo de muchos y para muchos, en diversos frentes. Es el regalo de la música que se hace porque sí, porque es necesaria. Es música que se comparte con ese joven público al que queremos formar como futuros melómanos. Las caras de los cinco niños coprotagonistas de la fiesta de hoy indican que realmente el alumno que ve subido en el escenario a su profesor se identifica con él, y quizá mañana, cuando se siente con la guitarra o el fagot en sus manos, quiera dedicarle algo más que los quince minutitos de rigor. Pero no es solamente eso; porque no se trata de un espejo personal: el profesor no está solo. Forma parte de un grupo que colabora, de personas que actúan en dúos y tríos, que ensayan y se ilusionan eligiendo obras para interpretar ante los alumnos o al encontrar una fotografía para el montaje o un verso para el guión.
También es hermoso el vernos temblar imperceptiblemente, sintiendo el peso de la responsabilidad de tocar ante el público más exigente. Pues nadie mejor que un alumno puede decirte "profe, tú me dices que haga tal cosa y en el concierto estabas haciendo todo lo contrario".
Música para Todos no es un proyecto perfecto. La capacidad de reinventarse y ser originales requiere volver a empezar una y otra vez; algo que no siempre es fácil. Pero sus cuatro años de existencia nos han ayudado a conocernos mejor, a integrar fácilmente a profesores interinos y otras aves de paso que, de otro modo, no habrían convivido con nosotros o no de la misma forma. Y compartir lo más sagrado para nosotros a través de esa música que nos ha atrapado en su vuelo y hemos querido descubrir a los demás.
GRACIAS, pandilla
Elisa Rapado
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