No. No se trata de eso.
No se supone que vamos a estar aquí sentados solamente porque la música de las mujeres compositoras ha estado olvidada; guardada en un cajón durante cien, doscientos o quinientos años. Seguro que lo estabais pensando. Pero no. Nadie querría calentarse los oídos con cadáveres sonoros que hace tiempo que no interesan a nadie. Si queremos escucharlo, si lo hemos traído aquí, es por otra razón.
¿Qué razón? Pues que estas mujeres se jugaron la piel y se partieron la cabeza por su música. Burlando a sus familias, a la sociedad cruel en la que vivían y que no les dejaba elegir qué era lo que querían ser, estudiaron instrumentos, trabajaron como fieras para poder componer, se quedaron miopes escribiendo a la luz de las velas por la noche y se convirtieron en expertas actrices delante de sus parientes.. ¿para qué? Para ocultar lo mejor de ellas mismas, para esconder su propio talento como si fuese algo de lo que lamentarse. ¿Os imagináis a Alicia Keys o a Amy Winehouse teniendo que decir a sus padres que se iban de excursión con el instituto para poder hacer sus primeros conciertos, o escondiendo instrumentos musicales debajo de la ropa en el armario? Pues esto es lo que pasaba antes del siglo XX. Es más; sigue pasando en algunos países incluso ahora. ¿Creéis que debemos quedarnos calladitos permitiendo esta injusticia? Nosotros hemos creído que no.
Este esfuerzo, esta pasión de las mujeres por poder expresarse y ser libres es lo que suena en su música, tan viva y tan rebelde. Vale, es verdad que hay cosas que a vuestros oídos no les parecerán tan rebeldes, porque suenan a clásico. Esto os pasará con la música de Clara Wieck. Pero sí que podréis disfrutar; porque tiene una melodía de esas que se pegan y que podéis reconocer cada vez que aparece de nuevo. El trío de Louise Farrenc es de la misma época (las dos fueron pianistas muy famosas en el siglo XIX) y en él lo que os va a gustar es el ritmo del Scherzo. Ese palabro italiano se pronuncia “Squertso” y significa chiste. La música es graciosa y suena a broma (elegante y fina; claro, no a lo bestia como en los chistes españoles). También es de ese tipo la música de Madeleine Dring.
Las compositoras pianistas no querían ser solamente buenas pianistas, sino demostrar que podían tocar tan rápido y fuerte como los hombres, casi como si fuesen deportistas. Eso lo podréis ver y oír en la Tocatta de Cécile Chéminade; tan difícil y tan deprisa que casi no os dará tiempo a ver los dedos del pianista mientras toca. En cambio, en el ballet Pierrette, podréis imaginar los pies de los bailarines en esos mismos dedos, y con un poco de atención, también oiréis el canto de los pájaros en la obra para flauta y guitarra de Ina Bottelier.
Hemos traído también música de compositoras que siguen vivas y que nacieron en un siglo XX que les dejó dedicarse a lo que querían. Espero que os guste el jazz clásico y la música de baile: esa es la música que componen Pamela Wegwood y Elizabeth Raum. Os sorprenderá Sofía Gubaidulina con las tres piezas cortas para piano; los “juguetes”. Son como una bofetada de música: llega de forma imprevista y rápida y deja una impresión muy fuerte. Pero para bofetada, mejor un terremoto completo; que os parezca que la tierra tiembla bajo vuestros pies y caen las paredes: lo ha escrito Belén, la misma pianista que lo interpreta para vosotros y espera que así todos compartamos el miedo y la angustia que vivieron las personas en Haití hace poco más de un mes. Si esto nos hace mejores personas y pelear por un mundo más justo, habrá merecido la pena.
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Notas al programa © Elisa Rapado
Propuesta de actividad © Conchi de Castro
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