Originariamente, la música de cámara era aquella música que se interpretaba por un pequeño grupo de instrumentistas en las salas de los palacios. Este género musical se desarrolló notablemente con la implantación de la “sonata en trío”, a principios del siglo XVII. Estas piezas estaban escritas para dos instrumentos melódicos con un bajo continuo, generalmente el clave y/o un violoncello “ad libitum”, que ejercían funciones de acompañamiento. Con el Clasicismo, el bajo continuo desapareció, dando lugar a un repertorio de obras con diversas formaciones: dúos, tríos, cuartetos, quintetos, etc.; en las que la escritura instrumental de cada parte tenía la misma importancia dentro del grupo.
En el siglo XIX, el concepto “música de cámara” hacía referencia a la música que se realizaba en el ámbito doméstico y dentro de una atmósfera de intimidad. El término “cámera” es italiano y en este contexto significa “para la habitación” Esto propició el desarrollo de nuevas formaciones como el piano a cuatro manos, ampliando nuevas formas musicales como la Fantasía, la Balada, el “lied” para voz y piano, etc.; e incluso llegando a incorporar nuevos instrumentos, como el saxofón, inventado en 1854.
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En la actualidad, consideramos “música de cámara” aquella en la que se cumplen las siguientes premisas:
Está interpretada por un número mínimo de dos intérpretes y máximo de veinte (aproximado): dúo, trío, cuarteto, quinteto, sexteto, etc.
Cada parte presenta una identidad propia por lo que los ejecutantes deben coordinarse entre sí a través del gesto, ya que no hay director.
Establece un diálogo e interacción musical entre todos los instrumentistas.
Bibliografía
Martínez Miura, E. (1998), La música de cámara, Acento Editorial
Tranchefort, François-René (1995), Guía de la música de cámara, Alianza Editorial
Bibliografía
Martínez Miura, E. (1998), La música de cámara, Acento Editorial
Tranchefort, François-René (1995), Guía de la música de cámara, Alianza Editorial
Conchi de Castro